Tardíamente, en el jardín sombrío, tardíamente entró una
mariposa, transfigurando en alba milagrosa el deprimente anochecer de
estío.
Y, sedienta de miel y de rocío, tardíamente en el rosal se
posa, pues ya se deshojó la última rosa con la primera ráfaga de
frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente, siento llegar
maravillosamente, como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de
melancolía, mariposa de amor, al fin del día, qué tarde llegas a mi
corazón...
José Angel Buesa
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