Esa alondra de niebla que sostienes sobre el hálito malva de tu cima, esa guirnalda matinal que arrima un levante purísimo a tus sienes.
Pálida el alma y desmayada tienes, mas tu sangre de roca no la anima a saltarse las trombas de tu clima durísimo de vientos y vaivenes.
¿Qué sueño la persigue y la desmaya, qué rumor triste a su llamada sueñas por el mundo pelado de tu playa?
Mirando estoy tus sombras y cadenas, oh roca sin amor, y en mi atalaya tocando estoy tus alas y tus penas.
LUIS CANO

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