Un bello día de enero Dios paseaba por el cielo y al oír tantos cantos, murmullos y juegos, se dio cuenta que de angelitos el cielo ya estaba lleno de repente nos miró y sabiamente pensó: Lleno de ángeles estoy y ellos solos y con tanto y tanto amor...
Y en ese preciso instante mi bello y pequeño ángel en padres nos convirtió.
Desde entonces tengo en casa tu sonrisa desdentada, tus ojitos de aceituna, tu mirada tierna y pura ángel bello de mi vida pequeñito de mi amor, provocas con sólo verte sonreír al corazón, porque tanto y más te quiero, tanto y más que mar y cielo, tanto y más divino amor...