MUJER EN LA NOCHE
Tengo miedo a la noche; son tan largas las horas y tan grande
mi lecho… sólo sueño contigo los momentos conscientes, pero no cuando
duermo. Y al despertar, de pronto, desperezo las manos hacia ti, y no te
encuentro. Regresas a mi mente, y tu ausencia es temor, soledad tu
silencio. ¿De qué me sirve el ángulo de los muslos abiertos, de qué las
dobles curvas de caderas y senos, si sólo te presentas como sombra en la
sombra, si sólo te aprisionan mi idea y mi deseo? No quiero hacer yo
misma cuanto debieras tú, le falta voz y aliento a mi mano, y el
rito de los roces sedosos, imprevistos o nuevos, le faltan tus sudores,
tu gemido, el misterio de lo que tantas veces has creado en mi
carne, y que parece siempre tan actual, tan inédito. Cuando despierto y
somos yo orfandad y tú ausencia, cuando el hambre del sexo me sacude en
temblores, y me grita lujurias, tengo miedo de hacerlo, porque nunca es
más honda, más triste, más doliente, la soledad que luego me atenaza, me
ovilla, se desborda en mi noche, como si sólo fueras imagen de un
espejo.
Texto de Francisco Álvarez
Hidalgo
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