Dejé
tristezas y senderos inciertos. La luz de la existencia arrulló mi
ser, aprendí a relegar el sufrimiento, a agradecer el milagro de estar
viva cada día, soñar y disfrutar el presente. A valorar la inocencia
y perdonar la maldad de los humanos. Las noches turbulentas se
convirtieron en bálsamo cicatrizante y lágrimas de desazón en piedras y
tu sonrisa me transportó al paraíso.