Antes de que pasara el invierno
y cansada de esperar, las flores impacientes
rompieron sus cadenas.
Hasta su vigilia, a la orilla del camino,
llegaron fulgores del invisible y los
jazmines impetuosos y las rosas bulliciosas
corrieron anhelantes.
Fueron las primeras flores en partir
hacía el abismo de la muerte: su clamor
de colores y perfumes trastornó el aire.
Rieron, se apretujaron, se empujaron,
desnudaron sus pechos, cayeron
en montones.
A su tiempo llegará el verano navegando
en la creciente del viento del sur. Pero las
flores no calcularon. Desenfrenadas,
derrocharon el tiempo por el camino, en la
alegría irresistible de la fe.
Escucharon sus pisadas en la lejanía
y arrojaron su manto de muerte para que
él lo pisara.
Rompieron sus cadenas antes de que
apareciera el salvador, antes de que viniera
a rescatarlas.
Rabindranath Tagore