
Amor... única llama que me queda de Dios en el sendero cierto de lo
incierto.
Aquí, desesperada, me contemplo la vida en un hueco
del tiempo.
Entrecortando pasa el sendero de luz que esperancé de
sueño.
¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas, volando en el
espacio!
¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa, cuando despierta
el cuerpo!
¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados...!
¡Multiplican en ecos!
Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,
¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!
Mi esperanza es
un viaje flotando entre sí misma... Es una sombra vaga sin ancla y sin
regreso.
Mis espigas no quieren germinar al futuro. ¡Oh el peso del
ambiente! ¡Oh el peso del destierro!
¡Amor...! Hasta la leve
ronda de tu voz perturbada, me partió la ola blanca que quedaba
en mi pecho.
Julio de Burgos

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