Era sagrado para los antiguos druidas (sacerdotes celtas) quienes lo consideraban un símbolo de paz, un poderoso amuleto protector y un bien para cualquier mal físico o mágico.
Además
de emplearlo con fines terapéuticos su uso era muy común en los ritos
de fertilidad y en las festividades asociadas al final del año celta,
sobre el 1 de noviembre, y al solsticio de invierno, sobre el 21 de
diciembre, fechas en la que se suele recolectar.
El rito de cortar el muérdago era muy ceremonioso y complicado.
Se debía coger el primer día de luna nueva y no se podía cortar con ningún instrumento de hierro o acero.
Los
druidas utilizaban una hoz de oro para cortarlo e inmediatamente lo
ponían en una prenda blanca evitando que tocara la tierra o cayera al
suelo.
El muérdago más valioso es el que crecía en los robles, árbol considerado sagrado para los celtas.
Con él confeccionaban guirnaldas y adornaban las casas para proteger a sus moradores de espíritus maléficos y evitar visitas indeseadas.
Desde
entonces se consideró una defensa contra brujas y demonios y se extendió
la costumbre de colocar unas ramitas en las entradas de las casas.
Y como
este es el lugar de intercambio de besos con las visitas que llegaban,
se creó esa vinculación que existe entre el muérdago y los besos.
La planta, además, protegía de una forma especial a las parejas que se besaban en ese momento de feliz encuentro.