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Más allá
de los símbolos, Más allá de la pompa y la ceniza de los
aniversarios, Más allá de la aberración del gramático Que
ve en la historia del hidalgo Que soñaba ser don Quijote y al fin lo
fue, No una amistad y una alegría Sino un herbario de arcaísmos
y un refranero, Estás, España silenciosa, en nosotros. España
del bisonte, que moriría Por el hierro o el rifle, En las praderas
del ocaso, en Montana, España donde Ulises descendió a la Casa
de Hades, España del íbero, del celta, del cartaginés,
y de Roma, España de los duros visigodos, De estirpe escandinava, Que
deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas, Pastor de pueblos, España
del Islam, de la cábala Y de la Noche Oscura del Alma, España
de los inquisidores, Que padecieron el destino de ser verdugos Y hubieran
podido ser mártires, España de la larga aventura Que descifró
los mares y redujo crueles imperios Y que prosigue aquí, en Buenos Aires, En
este atardecer del mes de julio de 1964, España de la otra guitarra,
la desgarrada, No la humilde, la nuestra, España de los patios, España
de la piedra piadosa de catedrales y santuarios, España de la hombría
de bien y de la caudalosa amistad, España del inútil coraje, Podemos
profesar otros amores, Podemos olvidarte Como olvidamos nuestro propio pasado, Porque
inseparablemente estás en nosotros, En los íntimos hábitos
de la sangre, En los Acevedo y los Suárez de mi linaje, España, Madre
de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones, Incesante y fatal.
Jorge
Luis Borges
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