La mayoría de las personas tienen
la extraña tendencia a callar las cosas lindas que sienten por los demás.
A veces porque se dan por sabidas,
a veces por vergüenza, a veces porque se supone
que exteriorizar los sentimientos es signo de debilidad y, seguramente, debe haber muchas supuestas causas más.
A veces se reprimen las emociones ante cosas lindas. ¿Por qué? ¿A qué se le teme?
Lo triste es que para expresar el desagrado, la ira, el enojo, el desencanto y otras sensaciones negativas
generalmente no existen las mismas limitaciones.
El ser humano debería revertir
estos mecanismos,
y así poder liberarse de fútiles ataduras que sólo conducen al desencuentro y
a la incomunicación.
Y poder expresar las cosas lindas que uno siente por los demás.
Y dejar que esas cosas broten como debe ser: Espontáneamente.
Porque es realmente triste que surja
la necesidad de expresar los sentimientos cuando ya es demasiado tarde.
Porque esas palabras que no se
pudieron decir forman un nudo en la garganta del
cual no podremos desembarazarnos jamás. Y surgirán remordimientos, cargos de conciencia y arrepentimientos. Y todos sabemos lo difícil que
es lidiar contra ellos.
Pero tengamos en cuenta
que evitar todo esto está al alcance
de nuestras manos.
Digámosle a quienes queremos
lo lindo de las cosas que sentimos por ellos. . .
dejemos aflorar sin trabas nuestras emociones.
Así, ninguna asignatura pendiente
perturbará nuestro futuro.
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