POEMA
XXXIII
Tus alas, mi hada, elevan mis palabras más allá de
las fronteras y las acogen corazones espirituales mientras duermen
plácidamente, cuando las estrellas saludan a la luna y la bóveda celeste
protege nuestros sueños.
Revoloteas entorno a mis emociones, y las
abrazas con tu magia para dibujar en ellas destellos de paz y con ellos te
posas en mi alma, donde acaricias mi luz y te siento como una
bendición.
El sol es testigo de la calidez que aportas a mi momento
presente y de cómo lo envuelves con tu amor y esperanza en el proceso
de mis días.
Aguardas a que el cielo se enamore de la noche y me
adentre en el subconsciente para llevarme al regazo del infinito donde lo
sublime se funde con lo divino y me siento en unidad contigo.
Te miro
a los ojos y me encuentro a mí misma en el despertar de un
amanecer con rayos de eternidad al abrigo del
alba.
Texto de María Jesús Verdú
Sacases
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