Esta noche el paisaje soñador se niquela con la blanda caricia de la lumbre lunar; en el monte hay cocuyos, y mi balsa que riela va borrando luceros sobre el agua estelar.
El fogón de la prora, con su alegre candela, me enciende en oro trémulo como a un dios tutelar; y unos indios desnudos, con curiosa cautela, van corriendo en la playa para verme pasar.
Apoyado en el remo avizoro el vacío, y la luna prolonga mi silueta en el río; me contemplan los cielos, y del agua al rumor
alzo tristes cantares en la noche perpleja, y a la voz del bambuco que en la sombra se aleja, la montaña responde con un vago clamor.
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