MADRE E HIJA
Adiviné en tu mirada,
el preludio de una lágrima,
y en tus labios temblorosos,
el miedo de confesar,
con la nada entre las manos,
apretándola con rabia,
y el pulso marcando el ritmo,
de un corazón ya sin paz,
llegaste casi en silencio,
a mis brazos, como antes,
refugiándote y llorando,
tus penas a consolar.
Sentí correr por mis venas
el llanto de tu tristeza,
el pájaro de los miedos
anidó en mi corazón.
Y bastó que una caricia,
se detuviera en tu pelo,
para que un bálsamo tibio,
sanara la decepción.
Puerto seguro en mi pecho,
Después de cada tormenta,
Pedacito de mi alma,
¡Siempre lo vas a encontrar!
Texto de Eva