Has nacido, ¡Señor!
Has nacido, ¡Señor!
en cada niño abandonado
de lastimero llanto
por hambre, frío, dolor.
Has nacido, ¡Señor!
en los ojos desesperados, impotentes
del niño descalzo, humilde
que abraza hambre, ausencia.
Has nacido, ¡Señor!
en la inocencia mellada
al final de la paciencia, vapuleada
y el dolor se hace su refugio.
Has nacido, ¡Señor!
en el nonato despedazado
el colmo de la locura humana
donde el egoísmo escribe el epitafio.
Has nacido, ¡Señor!
en la soledad del niño desplazado
no ha vivido, pero la muerte llama
ante la indolencia de almas y corazones.
Has nacido, ¡Señor!
y estoy oculto, lleno de vergüenza me dirás…
¿Qué haces? y me diré… ¡Culpable!
|