Soy el Año Nuevo, vengo a ti puro e inmaculado;
acabo de salir de las manos de Dios.
Cada día es una perla de gran precio que
te es concedida para que la ensartes
en el hilo de plata de la vida. Una vez ensartada,
ya no puede desenhebrarse jamás; queda allí
como un testimonio inmortal de tu fe y de tu
destreza. Debes fundir entonces,
cada minuto, como eslabón dorado
a la cadena eterna de las horas. En tus manos te han sido entregados riqueza
tu vida lo que quieras.
Te doy, libremente y sin reservas, doce meses
gloriosos de lluvia refrescante como una caricia
y de luz de sol con fulgores de oro. Los días,
para trabajar y recrearte en la belleza de las
cosas; las noches, para que duermas con un
sueño tranquilo. Todo lo que tengo te lo
doy con amor que no puede definirse. Todo lo que te pido es que no permitas
que nadie profane tu fe ni oscurezca tu visión
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