Hola
Pegaso.
Otra noche de esas; en que
cansado de engañar al pensamiento, terminan por aparecer las gotas de tristeza
que desesperaban en el interior de tu alma, reclamando su derecho a evaporarse.
Momentos amargos en que la
luna no es luna, ni la noche amiga, ni el clima bueno, ni el sillón confiable.
Ohh! pegaso irreverente, tan frágil, tan vulnerable, tan sentimental dentro de
esa apariencia feroz y segura.
Se que no tienes afán de
auto compasión, más bien, es el encontrarte desnudo frente a un espejo al que
no le da la gana mentir.
Siempre con ese rostro golpeando tu mente, con esos
ojos divinos, con esos ojos divinos presidiendo cada momento de tu acontecer,
con ese olor a diosa clavado en lo más hondo, con ese inmenso dolor de realidad
que no renuncia, con ese nombre que lastima y que provoca angustia y que hace
pensar que alguien todo poderoso ya no te escucha, te ha olvidado... o por el
contrario, se manifiesta así para que sepas lo que es el poder de su
descontento.
Pegaso irreverente!,
perdiste... olvídala!.
Un amor así no se le permite a un ser como tu que cuando da por primera vez las
llaves del alma, lo hace con toda la capacidad y devoción de que tiene alcance.
Pegaso irreverente, no
pierdas la fé, no te mueras!. Aunque se que de alguna manera ya lo haz hecho.
Ámala hasta siempre y si esto no basta.... Ámala más todavía.