¡Qué milagro se ofrece cada día ante la humanidad indiferente!, todo un Dios, infinito, omnipotente, da su cuerpo, cosecha de agonía.
Nos espera en amante cercanía como agua, vino y pan, limpio torrente, zumo añejo de paz, viva simiente, alimentos de célica alegría.
¡Qué humildad!, en el fruto consagrado está Dios, el espíritu inmortal, en silencioso amor esclavizado.
Olvidó su dolor, nuestro pecado, nos ofrece su reino celestial, y le dejamos solo, abandonado.
Emma Margarita R.A.-Valdés
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