Alabado sea Jesucristo…
No hay ninguna página del Evangelio que nos mande ser tontos. Cristo nos enseña a ser humildes como la paloma y astutos como la serpiente; nos manda tomar la cruz de cada día y seguirlo; nos manda que nos gocemos en la persecución; nos manda ser mansos de corazón, y tener alma y corazón de pobres; él nos manda buscar a los más necesitados porque son los privilegiados del Señor, y no rechazar a nadie, porque suya es la respuesta para todos los hombres y para todo hombre, aunque se quiera dudar de esta verdad. ‘Todo hombre es mi hermano’: esto es el Evangelio, aunque se puedan mofar de él.
Mons. Enrique Angelelli
Oración de alabanza
La oración de alabanza ha sido llamada “la oración perfecta”. En efecto quien alaba a Dios, está poniendo al Señor en el lugar que le corresponde: el primero. Se olvida uno de sí mismo para centrar su atención en la bondad y grandeza de Dios. Deja sus urgencias y pedidos a un lado. Aquí te ofrezco un versículo del salmo 84 con el esquema responsorio, para despertar en tu corazón el anhelo de alabar a Dios.
V. Dichosos lo que viven en tu Casa, Señor, alabándote siempre.
R. Dichosos lo que viven en tu Casa, Señor, alabándote siempre.
V. Un solo día en tu casa vale más que otros mil.
R. Alabándote siempre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dichosos lo que viven en tu Casa, Señor, alabándote siempre.
En la Biblia se insiste en alabar sin cesar a Dios: “Alabaré al Señor mientras viva; cantaré y tocaré para mi Dios mientras exista” (103) “Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote” (62). “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mis labios” (33). Que éste sea tu persistente deseo, pero también una línea de acción para impregnar tus jornadas de alabanza y glorificación a Dios.
Enviado por el P. Natalio