Alabado sea Jesucristo…
Luego de la Cuaresma, el Triduo Pascual y el Tiempo Pascual llegando hasta Pentecostés, hemos retomado el transitar por el “Tiempo Ordinario”, que no se llama así (ordinario) porque sea de menor calidad sino sencillamente porque no contempla acontecimientos extraordinarios (aunque la vida de Jesús toda ella es extraordinaria). También se lo llama a este tiempo “durante el año”, y en él las diversas lecturas de las misas nos ayudan a repasar la vida y el ministerio de Jesús en su paso por el mundo.
Jesús con sus parábolas nos enseña a ver el mundo con los ojos de Dios. Esas parábolas transmiten esperanza, optimismo, aliento y ánimo. Hablan de presente y de futuro. Ninguna termina en fracaso. La vida triunfa sobre la muerte, la semilla da fruto. Gracias a la siembra y a la siega habrá cosecha en abundancia. Jesús, con ejemplos que entienden quienes le escuchan, habla de la vida que germina desde dentro y va transformando al ser humano; teniendo siempre en cuenta que el crecimiento personal y del Reino depende más de la iniciativa de Dios que de los esfuerzos humanos. La gente sencilla entiende la forma de hablar y de actuar de Jesús.
Lo nuestro es sembrar, regar y cuidar con ilusión, interés y generosidad, sabiendo que sólo Dios hace madurar los frutos y asegura la cosecha. La semilla –como las personas- puede germinar y crecer por la fuerza de vida que hay en su interior. Por eso es que todos tenemos que tratar de sembar las mejores semillas en los ambientes donde nos toca movernos…
¡Buenos días!
Semillas: el Ángel vendedor
Te ofrezco hoy una hermosa parábola moderna que ilustra una verdad importante para tu vida. Te aclarará lo que Dios espera de ti. Lo que logra la oración y lo que no puedes esperar con los brazos cruzados.
Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto un negocio nuevo. El cartel decía: "Regalos de Dios". Entré: un Ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: — ¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor? —Ofrezco cualquier don de Dios. — ¿Cobras muy caro? —No, los dones de Dios son gratis. Miré los grandes estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, de esperanza, de salvación y muchas cosas más. Yo tenía gran necesidad de todo. Cobré valor y le dije al Ángel: —Dame, por favor, bastante amor a Dios; también perdón de Dios; un bulto de esperanza, otro de fe y otro de salvación. Me sorprendí cuando vi que el Ángel, de todo el pedido, me hizo un solo paquete; y tan pequeño como el tamaño de mi corazón. — ¿Será posible, esto es todo? —pregunté. El Ángel me explicó: —Es todo, Dios nunca da frutos maduros; él sólo da pequeñas semillas, que cada uno debe cultivar.
Querido amigo, Dios te ayudará con sus gracias, pero te dejará un buen margen de acción para que colabores con él. No te anula, sino que te invita a poner toda tu buena voluntad con la libertad de un hijo de Dios, “creado a su imagen y semejanza”.
Enviado por el P. Natalio