Alabado sea Jesucristo…
Repasando conceptos del Evangelio de ayer domingo, además de la multiplicación de la comida, el milagro es lo que ocurre en el interior de las personas: se sintieron interpeladas por la palabra de Jesús y, olvidando el egoísmo, compartió cada uno lo que tenía, y se maravillaron viendo que el alimento se multiplicó y sobró.
Si compartiéramos lo que tenemos, habría suficiente para todos. Para que coman todos es necesario compartir lo que hay, que es de todos y para todos.
¿Con qué “pan” alimento yo mi vida: el del afán de dinero, o de fama, o de comodidad… o con el pan del servicio?
¡Buenos días!
Para dinamizarte
Hoy además de una oración del P. Víctor Fernández, te ofrezco unas consignas de Og Mandino para animarte a llenar fructuosamente cada jornada: “Saludaré con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo día. Trataré con ternura cada hora porque sé que no retornará jamás. Eludiré con ahínco todo aquello que mata el tiempo. No escucharé a labios ociosos, ni me quedaré donde hay manos inactivas”.
Señor, coloca en mi interior el anhelo de ser fecundo, de ser útil, el sueño de producir algo bueno para los demás. Sana toda pereza, todo desánimo, toda indiferencia, para que no te ofenda con pecados de omisión. Todo lo que me diste es para que lo comunique y lo haga fructificar. Que pueda levantarme cada mañana con muchos deseos de hacer el bien a los hermanos. Ayúdame a descubrir mejor mis talentos, para gastar bien mis energías y dejarle a este mundo algo bello y verdadero. Arranca de mi interior todo egoísmo, toda indiferencia y toda comodidad, para que entregue mis energías y las libere en el servicio y el trabajo. Amén.
“A la indecisión la destruiré con la acción. Sepultaré las dudas bajo la fe. No perderé un momento en lamentar las desgracias, derrotas y sufrimientos del ayer. Haré de este día el mejor de mi vida. Los deberes de hoy los cumpliré hoy. Hoy me sacrificaré y me consagraré al trabajo. Hoy tengo la oportunidad de convertirme en el hombre que yo sé que puedo ser”.
Enviado por el P. Natalio
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