Alabado sea Jesucristo…
Señor Jesús, hoy me regalas este nuevo día, te entrego cada una de mis acciones para realizarlas con firmeza y valentía, sin desfallecer y sin mirar atrás el rostro de la desilusión. Que me invada la alegría en el corazón, te pido que extiendas tu mano poderosa para apartar el mal de mi camino. Quiero también suplicarte bendiciones para mi familia. Creo en tu poder misericordioso que me hace ser libre de todo lo que me ata a mis malas inclinaciones que no me permiten crecer y desarrollarme como Tú lo deseas. En Ti creo, sé que no hay imposibles para los que tienen fe, para los que confían de corazón en tu generosidad. Debo hacer de mi vida una oración, pues tu Palabra bien lo dice: “Si alguien está afligido, que ore. Si está alegre, que cante salmos” (Santiago 5,13) Entonces, me pongo a orar, Señor mío, porque en la oración, Tú me confortas. Hoy elijo vivir y luchar por ser feliz al lado de mi Madre María; hoy vuelvo a darme la oportunidad de amar y ser amado. “El Señor es un escudo para los que se refugian en él” (Salmo 18,31).
¡Buenos días!
Meditar
Repetidas veces en la Biblia se recomienda la meditación. Es propio del hombre justo y recto meditar amorosamente la ley de Dios y su palabra, las obras maravillosas del Señor, su bondad y misericordia. No dedicarse con afán a esta tarea es señal de olvido, negligencia y necedad. En la meditación se mantiene y crece la fidelidad, la ardorosa búsqueda de Dios. He aquí algunos textos de ejemplo:
Salmo 1: ¡Feliz el hombre cuyo gozo es la ley del Señor, y la medita de día y de noche! Salmo 118, 97-103: ¡Cuánto amo tu voluntad!: todo el día la estoy meditando; soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos. Eclesiástico 3, 29: El corazón inteligente medita los proverbios, y el sabio desea tener un oído atento. Proverbios 2, 11-12: La reflexión cuidará de ti y la inteligencia te protegerá, para librarte del mal camino, del hombre que habla con perversidad. Sabiduría 6, 15: Meditar en la sabiduría es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. Lucas 2, 19: María conservaba (recordaba) estas cosas y las meditaba en su corazón.
El hábito de meditar es valiosísimo porque orienta tu vida. Sosiega el espíritu y lo pacifica. Es fuente de felicidad y fecundidad. Aumenta la capacidad de vivir. Reanima. Te da certezas sobre lo que piensas y deseas verdaderamente. Te da solidez en medio de las vicisitudes de la vida. Despierta y fecunda tus energías latentes. Te ayuda a revisar tus valores morales. Da a tu vida equilibrio: distingues lo principal de lo secundario. Vale la pena el esfuerzo, ¿verdad?
Enviado por el P. Natalio