Alabado sea Jesucristo…
Una religiosa me contó el siguiente testimonio, ocurrido a una niña de cuatro años. Esta niña había sido bautizada, pero sus padres eran no creyentes y no practicantes. Apenas si la niña podía conocer el nombre de Jesús por haberlo oído ocasionalmente alguna vez a otras personas. Un día, la familia va en gira turística a otra ciudad. Entre los lugares turísticos desean visitar una iglesia. Pero, en el momento en que llegan, el párroco está cerrando la puerta y piensan retirarse para no ser inoportunos. Sin embargo, la niña se pone a llorar, diciendo: “¡Jesús, Jesús, Jesús!”
El párroco, al escucharla llorar, se acerca a la familia y accede a abrir la puerta y a explicarles las obras de arte de la iglesia. Pero a la niña no le interesa lo que dice, sino que apunta con el dedo al sagrario y sigue diciendo: “¡Jesús, Jesús, Jesús!”, dejando asombrados a sus padres, que nunca le habían hablado de que allí en la Eucaristía estuviera Jesús. La niña sentía una misteriosa fuerza de atracción hacia el sagrario y no se detuvo hasta que estuvo delante de él y pudo sonreír a Jesús, y mandarle besos con amor. El párroco se quedó asombrado y su familia mucho más.
¡Buenos días!
Los llamados misteriosos de Dios
En la Biblia y en la historia de los santos encontramos cómo Dios llama al hombre, de maneras muy diversas y desde distintas situaciones, a colaborar con él en un proyecto de salvación. A veces hay una sola llamada. Otras veces estas invitaciones se van especificando como en etapas que disponen a la persona a una fidelidad mayor. Aquí tienes unos ejemplos.
María Magdalena era una pecadora, antes de entregarse plenamente al amor de Dios. Agustín de Tagaste vivía atrapado por sus amoríos, antes de dedicarse al servicio del Señor. Camilo de Lelis era un jugador empedernido, antes de servir a Cristo en los enfermos. Tomás Beckett no era un modelo de virtudes cuando el rey Enrique II lo nombró Arzobispo de Cantórbery en el año 1162, pensando que, con el nombramiento de este viejo amigo suyo, podría manejarlo a su antojo y, con él, a toda la Iglesia. Es entonces cuando Tomás descubre su llamado a defender el honor de Dios y aceptó ese querer divino hasta morir mártir por orden del nefasto rey.
Acércate a la Palabra de Dios con un corazón pobre y humilde y sentirás sus apremiantes invitaciones a progresar en el amor a Dios y a los hermanos, a enderezar tu camino según su voluntad, a despegarte de afectos terrenos que detienen tu empuje para una mayor generosidad… Dios te necesita para llevar a tu entorno familiar y laboral la luz del Evangelio.
Enviado por el P. Natalio