Alabado sea Jesucristo…
Siguiendo a J. Pagola, podemos decir que los cristianos de la primera y segunda generación recordaban a Jesús no tanto como un hombre religioso, sino como un profeta que denunciaba con audacia los peligros y trampas de toda religión. Lo suyo no era la observancia piadosa por encima de todo, sino la búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.
En el Evangelio de ayer domingo, Jesús cita a Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Luego denuncia en términos claros dónde está la trampa: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.
Jesús proclama la libertad ante las ataduras de la ley que esclavizan a las personas. Demuestra que no es tan complicado ni hay que purificarse tanto para encontrar a Dios, que está en las relaciones humanas, en todo lo que contribuye a hacer más libre, digna y feliz la vida de las personas. Jesús nos señala claramente la verdadera fuente del amor o de la ignorancia: el corazón humano.
La Palabra de Dios siempre es portadora de vida y de liberación para el ser humano. Hoy nosotros podemos preguntarnos: En mi vida cristiana ¿me conduzco por el Evangelio o por normas-preceptos humanos? ¿Practico una religión o sigo a Jesús?
¡Buenos días!
Un niño y su barquito
A veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen desagradables y sin sentido ni plan; pero, si esperamos un poco, nos daremos cuenta de que cada prueba, cada tribulación, es como una piedra arrojada sobre las quietas aguas de nuestra vida, y nos acercan más a Dios...
Un niño se hizo un barquito de madera y fue a probarlo en el lago, pero el botecito impulsado por una brisa se fue alejando. Apenado corrió a pedirle ayuda a un muchacho mayor que leía tranquilamente. Sin decir nada el joven empezó a recoger piedras y arrojarlas, al parecer en contra del barquito. Muy afligido el pequeño pensó que perdería la canoa y que el grandote se estaba burlando de él. Pero luego se dio cuenta que las piedras iban siempre un poco más allá del barquito. Esto generaba una pequeña ola que hacía retroceder el barco hasta la orilla. Cada piedra estaba certeramente calculada y así, por fin el juguete fue traído al alcance del niñito, que, contento y agradecido, volvió a tener en sus manos su pequeño tesoro.
Busca siempre la faz luminosa y positiva de todos los obstáculos y reveses que te presente cada día. No olvides que puedes desarrollar la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que pases un día muy apacible. Hasta mañana.
Enviado por el P. Natalio