Alabado sea Jesucristo…
El rey de casi-todo tenía casi todo. Tenía tierras, ejércitos y tenía mucho oro. Pero el rey no estaba satisfecho con el casi-todo. Él quería todo.
Era lógico. Quería todas las tierras. Quería todos los ejércitos del mundo. Y quería todo el oro que hubiese. Entonces, mandó a sus soldados a por todo.
Así fueron conquistadas más tierras. Otros ejércitos fueron dominados, y en sus cofres ya no cabía tanto oro. Pero el rey todavía no tenía todo. Seguía siendo el rey de casi-todo. Por eso, quiso más y más.
Quiso las flores, los frutos y los pájaros. Quiso las estrellas y el sol. Flores, frutos y pájaros le fueron traídos. Se apresaron las estrellas y el Sol también perdió su libertad en sus dominios.
Pero el rey todavía no tenía todo. Porque teniendo las flores, no podía quitarles la belleza y el perfume. Teniendo los frutos, no podía quitarles el sabor. Teniendo los pájaros, no pudo quitarles el canto. Teniendo las estrellas y el sol, no podía quitarles la luz. El rey era aún el rey de casi-todo.
Y se puso triste. Muy triste. Sus reinos eran ahora muy feos. No había flores ni frutos. La noche no tenía estrellas y el día no tenía sol.
Entonces el rey de casi-todo no quiso nada más. Devolvió las flores a los campos y ordenó que se entregasen las tierras conquistadas. Soltó a los pájaros y mandó que distribuyesen las estrellas por el cielo y que liberaran al sol.
Y el rey fue feliz. Su Reino volvía a ser hermoso. Razonablemente hermoso. En su inmensa alegría, sintió paz y vio que no era más el rey de casi-todo. Él ahora lo tenía todo.
Cuento budista
¡Buenos días!
Hazme fuerte y sano
El P. Víctor Manuel Fernández ha escrito el libro “Un estímulo todos los días”, en el que distribuye a lo largo del año propuestas para una vida mejor, más plena, alegre y dinámica. Hay en él oraciones que son una ayuda excelente para obtener sanación de miedos, ansiedades y obsesiones diversas. Aquí te ofrezco una para pedir salud y fuerza.
Señor Jesús, lleno de salud y fuente de salud, penetra en cada uno de mis órganos con tu poder y fortalece todo mi cuerpo. Pero te ruego también que me liberes de todo temor a la enfermedad, al cansancio, al dolor, al desgaste. No permitas que viva obsesionado por mi bienestar y hazme fuerte con tu poder. Muéstrame la hermosura de participar de tu Pasión con mis dolores, ofreciéndote con amor mis molestias de cada día. Enséñame a entregarme a mis trabajos sin temor a debilitarme o desgastarme. Libérame del temor a la muerte y de todas las angustias que me perturban. Porque tú eres poderoso. Amén.
Me agrada esta oración porque es concreta, usa un lenguaje claro y actual, revela conocimiento de las enfermedades sicológicas, y ofrece una perspectiva bíblica y teológica para sublimar dolores y molestias de la vida. Aprovéchala para beneficio de tu cuerpo y espíritu.
Enviado por el P. Natalio