Alabado sea Jesucristo…
En este Año Santo de la Misericordia, me parece oportuno iniciar la edición de hoy de nuestro boletín con una reflexión del Cardenal Mario Poli, primado de la República Argentina. Dice así:
Si haces una gauchada (favor) a alguien que conoces, ya vas a tener tu recompensa. Obren como obra nuestro padre Dios, que hace salir el sol sobre justos y pecadores. ¡Qué sencillito que lo dijo Jesús! ¿No? […] Tengan los mismos sentimientos que Cristo Jesús. Si le hacemos una gauchada a alguien que la puede devolver, ¿qué gracia? Si le hacemos una gauchada y cuidamos la fragilidad de aquellos que no pueden levantar la voz ni saben agradecer… ¿Saben quién agradece? ¿Saben quién es su crédito? Dios mismo. Mientras vamos por la vida, vamos recibiendo gracias cuando uno se pregunta: ¿De dónde vendrá esto? ¿Por qué Dios me concede esto?... Y, porque me lo hiciste a mí en la persona de tus hermanos que no conocías. Todo es un círculo muy virtuoso en la vida cristiana. Si hacemos una gauchada a alguien, la gauchada vuelve. Como dice una canción: todo vuelve… todo vuelve…
¡Buenos días!
Convivencia cotidiana
Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don de la fraternidad, para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades… Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos “disculpar, soportar y esperar sin límites”.
Existe un poblado en Escocia que mantiene la tradición de que cuando alguien del pueblo se muere, los otros habitantes se reúnen junto a la tumba y dicen algo positivo sobre el difunto antes de que el féretro sea enterrado. Esto fue así durante generaciones, pero surgió un problema y la comunidad no estaba segura de poder continuar con esa tradición. Había un personaje malvado que vivía en la colina y era tan odioso que nadie podía pensar algo positivo de él. Finalmente murió. Los habitantes del pueblo estuvieron de pie en torno al ataúd durante horas, en total silencio. Al final, alguien dijo: “Era malo; pero creo que podría haber sido peor”. Y todos entonces enterraron el cuerpo.
El amor que pide Jesús es capaz de evitar en el trato cotidiano las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor nos quiere ver fraternos, bondadosos, cordiales… No es fácil, pero lo podrás, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente con todos”. Que pases un día feliz de buena convivencia.
* Enviado por el P. Natalio