Alabado sea Jesucristo…
En la Biblia hay dos libros apocalípticos: El libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. Pero hay algunos párrafos de otros libros que tienen esta misma forma literaria. Por ejemplo, el evangelio de hoy, que forma parte de un párrafo mayor: Mc 13,1-31 y que los biblistas llaman ‘Discurso escatológico de Jesús’.
Textos que han servido en otros tiempos para asustar y para tratar de fundamentar una imagen de Dios que producía miedo y rechazo, en lugar de atracción y ganas de escucharlo. Hoy está claro que ésa no es la imagen y el ser de Dios que nos transmite Jesús.
La interpretación de la Palabra hay que situarla en el tiempo y en la cultura en que fue escrita, y hay que conocer el género literario que se utiliza en cada libro de la Biblia.
La liturgia de este domingo nos propone unos textos que pertenecen al género apocalíptico, uno de los más extraños para nosotros, frecuente entre algunos grupos judíos y cristianos de la época. Sus destinatarios eran, generalmente, grupos en crisis a los que ofrecía un mensaje de ánimo y consuelo.
Entender este texto como simple amenaza de catástrofes y calamidades, es no haber comprendido nada del pensamiento de Jesús. No se trata de una descripción angustiosa, sino llena de esperanza.
A. Gutiérrez
¡Buenos días!
Llenó la casa de luz
Jesús dijo que sus discípulos deben ser la luz del mundo. La luz se comunica, se propaga irresistiblemente, penetra todo lo que no le ofrece resistencia; pone en cada cosa una nota de alegría; porque la luz comunica vida. Que tu testimonio sea una senda de luz que guíe a los que buscan con sinceridad al Señor, “camino, verdad y vida”. Una anécdota curiosa:
Un anciano viendo cercana su muerte, habló así a sus tres hijos: —No puedo dividir en tres lo que poseo. Es tan poco que perjudicaría a todos. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa, se quedará con toda la herencia. Se fueron. El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior. El tercer hijo -que consiguió la herencia- sólo compró una pequeña vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la irradies a tu alrededor, con el ejemplo y la palabra. Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes aunque parezcan restringidas. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando otras almas, como si fueran antorchas. Que “hagas brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ti”.
Enviado por el P. Natalio