Alabado sea Jesucristo…
El escritor escocés Walter Scott cuenta que un día, cuando paseaba en un bote, notó que los remos utilizados por el barquero llevaban cada uno una inscripción. Sobre uno: “ora”, y sobre el otro, “trabaja”. Entonces preguntó qué significaba esto. —Enseguida voy a mostrárselo, contestó el barquero. Inmediatamente puso en acción sólo el remo “ora” y el bote empezó a dar vueltas sin avanzar. Luego tomó el remo “trabaja”, haciendo girar el bote en sentido contrario. Finalmente, tomó los dos remos y el bote se dirigió hacia adelante. — ¿Entendió Usted?, preguntó el barquero. —Si, —respondió el escritor—, la oración sin el trabajo, o el trabajo sin la oración, no pueden llevarnos a la meta.
La oración que haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo y la presencia del Señor te acompañarán en las variadas tareas de tu jornada.
¡Buenos días!
La paz del corazón
Defiende y cultiva la paz del corazón, porque es el clima indispensable para crecer en plenitud en todas las dimensiones de tu vida. Vigila lo que entra en tu corazón para que no se infiltre en él el polvo de la ansiedad, el ácido de la irritación, o el veneno del odio. Gozar de la paz profunda del alma merece estar en permanente alerta. Un mensaje de la Reina de la Paz:
“¡Queridos hijos! Hoy los invito a que se decidan por Dios, pues el distanciamiento es fruto de la falta de paz en sus corazones. Sólo Dios es la paz: por eso, acérquense a Él por medio de la oración personal y vivan entonces la paz en sus corazones. De esa manera, la paz brotará desde sus corazones hacia todo el mundo. ¡No hablen de paz, sino que hagan la paz! Yo los bendigo a cada uno de ustedes y cada una de sus buenas decisiones. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
La agitación y el ritmo descontrolado de las ocupaciones pueden hacer que te olvides de las cosas esenciales de la vida. No te dejes perturbar por pequeñeces, que debes sobrevolar y olvidar. La serenidad de tu espíritu es un valor tan grande que no merece canjearla por insignificancias.
* Enviado por el P. Natalio