Tú, mi amor, que caminas como un beso, andando vas por entre mis palabras: es como si avanzaras separando las ramas azuladas de un jardín, las verdes hojas trémulas de donde sale el viento. Recorres el papel con mi escritura. Y cuando escribo río tú lo cruzas nadando y llegas y te extiendes en la arena dorada de otras sílabas radiantes que en la orilla te esperan; y cuando escribo rosa, la rosa que has besado da su forma a tus dos manos unidas, si escribo sed te acercas a mis labios si cascada, aparece tu cintura, si nido azul, palpita tu garganta, y si palmera escribo, descansas a su sombra y si escalera, ruedas por tu risa donde tu corazón relampaguea, y si escribo paloma anida en ti partida en dos magnolias temblorosas. Apoya tu cabeza en esta luz, en este pecho de hombre, en este verso de plumas desveladas y febriles y quédate dormida tronchada y extendida en esta hamaca mecida por el sueño que sale de mi mano cuando te escribo, o, lento, te acaricio. Si alguien quiere tocar la brasa pura del amor en los años venideros que toque estas palabras donde brilla nuestro quemante beso para siempre.
Eduardo Carranza
|