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Esta es una historia como tantas. Estábamos en una reunión especial, teníamos que hacerla al aire libre porque el salón no daba a basto para las personas. Era un día de verano, hacía calor pero la noche estaba agradable. La Palabra calaba los corazones de las personas que estaban presentes y también el de las personas que escuchaban a lo lejos.
Era un culto precioso; una noche clara y unas estrellas enormes, parecía que el cielo se unía con la tierra. La alabanza subía en una sinfonía de adoración. Cuando concluyó la palabra, el llamado no se hizo esperar: muchas personas pasaron al atrio improvisado en el verde del césped, confesaron su necesidad de Cristo en sus corazones y una nueva fiesta se desató en el cielo: Los ángeles participaban, y luego el llamado para los necesitados, para los que querían oración por sus enfermedades o problemas específicos. En medio de las personas una joven desconocida había permanecido de pie desde el primer llamado. Cuando me acerqué le pregunté: ¿Qué necesita? Me miró fijamente y con lágrimas en los ojos respondió: un Hijo.
Era ya una constante: mujeres que llegaban de todas partes del país buscando oración por su esterilidad. Dios había hecho milagros increíbles, había hasta creado órganos nuevos, úteros, ovarios; se contaban por cientos las mujeres que habían llegado detrás del sueño de la maternidad. La observé y le pregunté ¿De donde eres? Me contestó: del Chaco, una provincia a unos 1300 kilómetros de donde estaba nuestra iglesia, y en ese instante pensé tantas cosas..., y pregunté de nuevo: ¿Y por qué viniste? "Me dijeron que si usted oraba por mi tendría el hijo que los médicos dijeron que no podía tener".
Intenté explicarle que yo no podía hacer nada, pero la desesperación ¿quién puede explicarla? Solo atiné a preguntarle si creía que Dios podía hacerlo, a lo que me dijo que si, y le dije: "Que Dios te conceda lo que viniste a buscar". Puse mis manos sobre ella y se desplomó en el piso. Temblaba tendida en el suelo y yo seguí orando por los demás. Terminó la reunión y siguieron otras... A los pocos meses, un día vino uno de nuestros fieles que estaba en nuestra iglesia y me recordó a esta joven diciéndome que era su sobrina, que había venido del Chaco porque él le había dicho lo que Dios hacía aquí con las mujeres estériles. Yo lo miraba y no sabía si preguntarle o no, pues siempre me dolió cuando veía que algunos no recibían su milagro. No sé porque algunos sanan y otros no, porque algunos reciben y otros no, sé que está dentro de la soberana voluntad de Dios... pero igual me duele; y el hermano, sin que yo le pregunte me dice: "pastor... ¿sabe?... ¡Ya está embarazada! Pasaron los meses y el niño nació, ¡QUÉ BUENO QUE ES DIOS! Una historia más de su misericordia y de lo que puede hacer la fe... "al que cree todo le es posible"... Amigo, amiga... no interesa el área de tu vida que esté sufriendo esterilidad, o si tu iglesia la sufre. Si eres capaz, como Ana, de tomarte de las columnas del altar y gemir y llorar balbuceando tu deseo de ser fértil y pactas con Él, te diré algo, El es el que se goza de hacer habitar en familia a los estériles... ¿Qué esperas? Pacta con Dios, ¡ahora!
PASTORA LUCY DESIGN
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