Un padre que enseña
Se puede decir que ser padre es una “oportunidad de invertir”. El líder espiritual del hogar vierte enseñanza y disciplina sobre sus hijos para que maduren y se conviertan en hombres y mujeres conformes al corazón de Dios. Cuando un hijo ve a su padre de rodillas, aprende la importancia de confesar el fracaso, de servir con humildad y de vivir de acuerdo con las normas bíblicas.
Enseñar requiere de instrucción con el razonamiento correcto. Es fácil decir: “Haz lo que te digo, porque yo soy tu padre”. Pero no se engañe pensando que dar órdenes es lo mismo que enseñar. Los hijos necesitan comprender el porqué deben comportarse de cierta manera. El apartar tiempo para explicar las razones que hay detrás de una petición o un castigo, crea un verdadero respeto a la autoridad y desarrolla en el hijo el reconocimiento de lo bueno y de lo malo.
Los hijos llegarán a los límites que les hemos fijado, y muchas veces lo harán deliberadamente sólo para ver nuestra reacción. También actuarán con obediencia y buscarán nuestro apoyo y reconocimiento. Desde muy pequeños debemos enseñarles a esperar premios por su obediencia y consecuencias disciplinarias por su desobediencia. Esto puede hacerse fácilmente hablando de las decisiones que tomaron hombres y mujeres de la Biblia o usando como ejemplo las acciones diarias del hijo: “Ya que arreglaste tu habitación tan pronto como te lo pedí, tendremos tiempo para jugar un poco de baloncesto”.
Enseñar toma tiempo e involucra fidelidad a los principios de santidad. La recompensa bien vale la inversión que se hace en una enseñanza consecuente, y así los hijos no se apartarán de los caminos del Señor.
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