En materia de rencor incluso la palabra suena mal, algo a mitad de camino
entre la pena y el gruñido.
El rencor es, en efecto, una especia de gruñido
del alma, que resulta muy cansado conservar durante mucho tiempo.
Permanecer apegado al rencor es permanecer apegado al pasado y el pasado nos roba una enorme cantidad de tiempo para el presente.
Conservar el rencor es también una forma de mantener vivo el dolor, hasta el punto de convertirnos en auténticos masoquistas.
¿Prolongarías un dolor de cabeza? ¿Verdad que haces
todo lo necesario para que se te quite? Sin embargo, conservamos el dolor
que nos causan los rencores porque justifica nuestras posiciones, aunque el
responsable del dolor que sentimos ya no es el objeto del rencor, sino el
rencor mismo.
Nosotros mismos nos buscamos el asiento más incómodo en el
viaje de la vida, que, por otra parte, es también el más caro.
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