Los bienes mundanos han de existir para que haya en ellos una piedra de
toque que ponga a prueba la fuerza de voluntad de los hombres. Pues
deben superar estas tentaciones con su libre voluntad, ya que
únicamente así el alma puede separarse de la materia y alcanzar la
madurez necesaria.
Continuamente se advierte sobre todo aquello que el hombre considera
obstinadamente como propiedad suya y quiere poner a salvo del mundo y
del prójimo.
Precisamente este afán de querer todo para sí mismo,
resulta lo más detestable ante Dios. Pero los bienes de aquel que de
buen grado los comparte con quien no tiene nada o poco, y que con sus
riquezas apoya a los pobres, cumplen con su verdadera finalidad y
sirven para el bien del hombre.
Porque la misma medida que vosotros apliquéis a los demás, también os será aplicada a vosotros.
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