Mis ovejas oyen mi voz.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.
Yo dormía, pero mi corazón velaba, ¡Una voz! ¡Mi amado toca a la puerta ”Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía, pues mi cabeza está empapada de rocío, mis cabellos empapados de la humedad de la noche.” Abrí yo a mi amado, pero mi amado se había retirado, se había ido. Tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió.
Habla, que tu siervo escucha.
Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa. Entonces él se apresuró a descender y le recibió con gozo.
Escucharé lo que dirá Dios el SEÑOR, porque hablará paz a su pueblo, a sus santos; pero que no vuelvan ellos a la insensatez.
Jn. 10:27 Ap. 3:20 Cant. 5:2,6 I S. 3:10 Lc. 19:5,6 Sal.85:8
Mayo 12