No hagas nada en este día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, [...] ni ninguno de tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades (Deuteronomio 5:14).
DIOS DESCANSÓ para darnos ejemplo, para ser un modelo que podamos seguir. Él descansó de su trabajo, y nos pide que también descansemos. Dios planeó, en su descanso, nuestro descanso. Él cesó su trabajo, sin que estuviera cansado, y lo hizo para servirnos de ejemplo. Es interesante que Dios decidió hacer la obra de la creación material en seis días. Podría haberla hecho en menos tiempo. La Biblia dice que a medida que Dios creó todas las cosas, ordenó la existencia: «Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por el soplo de su boca, las estrellas. Porque él habló, y todo fue creado; dio una orden, y todo quedó firme» (Sal. 33: 6, 9). Por lo tanto, la creación material pudo haber sido la obra de un instante. Sin embargo, decidió hacerla en seis días. Resulta obvio, entonces, que Dios debía tener un propósito al hacerlo de esa manera.
¿Cuál sería este propósito? Por supuesto, al hacer esta pregunta, no se trata de discernir la mente de Dios, sino enfocar el propósito divino. Puesto que el Creador tenía en mente darnos ejemplo de cesación y descanso, su demora, innecesaria en términos de su poder, cumplió el fin de prepararnos un descanso. El Señor, evidentemente, hizo una creación de seis días para tener la oportunidad de crear el séptimo día, con el fin de que fuera nuestra paz. Eso quiere decir que Dios anticipó que íbamos a necesitarlo. Por eso dijimos que él planeó nuestro descanso.
Esta es la razón por la que él cesó de crear el mundo material después de seis días de labor. Su descanso no implica cansancio. Pero nuestro descanso, sí. Dios anticipó que necesitaríamos descansar de nuestra fatiga física y espiritual. Bien lo dijo nuestro Señor: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Mar. 2: 27).