“sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”. Juan 13:3-5.
La noche antes que Jesús fuera crucificado él estaba celebrando la pascua con sus discípulos.
Nosotros tradicionalmente le llamamos a esto la última cena.
Jesús sabía que esta sería la última vez que él comería con sus discípulos, él sabía que en un día más él sería colgado en una cruz para morir.
Sabiendo que él solo tenía unas pocas horas más con este grupo selecto, Jesús usó su tiempo para dejar una última impresión de lo que verdaderamente significó seguirlo a él.
Sin usar palabras, Jesús dio posiblemente su sermón más grande.
Él estaba absolutamente seguro de quién era y a qué lugar se dirigía… él venía de Dios y regresaba a Dios.
Pero él no estaba orgulloso o vanaglorioso de su seguridad, por el contrario, su seguridad le permitió ser completamente humilde y servir a sus discípulos lavándoles sus pies.
Nuestro padre celestial desea para nosotros que tengamos el mismo nivel de seguridad en él.
Quiere que nosotros sepamos que somos sus hijos y dónde vamos a pasar la eternidad.
Jesús vino a liberarnos y tenemos que caminar en esta libertad segura.
Pero en vez de usar nuestra libertad para seguir adelante caminando como egoístas y siguiendo nuestros propios deseos, una libertad segura debe darnos la confianza necesaria para servir.
“… no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”. Gálatas 5:13.
Ser un servidor de Jesús significa, primero y lo más importante, que amemos al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:30).
Pero también, significa que debemos de amar, servir.
Conociendo en qué lugar pasaremos la eternidad y manteniendo nuestros ojos puestos en esta perspectiva eterna, nos permite enfocarnos en las necesidades y los intereses de los demás (Filipenses 2:3, 4) y poner al servicio de los demás el don que haya recibido (1 Pedro 4:10).
Mis necesidades terrenales se reducen cuando tengo una clara perspectiva de mi hogar eterno.
Aprendamos a vivir como Jesús vivió… en comunión con nuestro Padre celestial, con la seguridad de quienes somos, con la seguridad de nuestro destino eterno y con una humildad completa de un servidor libre y seguro.
Amén.
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