“EL PERDÓN… SEGÚN LAS RIQUEZAS DE SU GRACIA” (Efesios 1:7)
¿Te has dado cuenta lo rápidos que somos para juzgar los defectos ajenos y cómo excusamos los propios? Pablo habla de “las riquezas de su gracia” que Dios ha derramado en nosotros. Pero limitamos esa gracia cuando nos negamos a extendérsela a los demás. Dijo Jesús: “.Cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre. os perdone a vosotros.” (Marcos 11:25).
Tú no tienes derecho a decidir qué ofensas de las personas vas a perdonar y cuáles vas a retener. Se nos ha ordenado “amar la misericordia” (Miqueas 6:8 NVI). Eso significa que debemos procurarla y hacer de ella nuestra meta.
No digas: ‘Lo perdonaré cuando me demuestre que lo merece.’ El perdón bíblico no es condicional, no puede ser ganado ni merecido, y no puedes negociarlo. Jesús dijo: “.De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). ‘Si la perdono, habrá ganado y se escapará impune’. En realidad nadie queda impune, porque aunque tú perdones al ofensor, siempre éste tendrá una pena que pagar; sólo que a ti no te corresponde obligar a que se pague. ‘Si lo perdono, va a seguir hiriéndome.’ El perdón no significa que la relación no vaya a cambiar. Hace falta tiempo para volver a ganar la confianza de alguien y asegurarse de que el arrepentimiento es genuino. En caso de que el ofensor sea abusivo o tu integridad física esté en peligro, perdona pero mantén las distancias. ‘Si la perdono, quedará libre para volverme a herir.’
La realidad es que es libre de hacerlo de todas las maneras, lo mismo que tú eres libre de demostrar misericordia aunque el ofensor no haya dado ninguna señal de arrepentimiento.