“El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata”. Proverbios 29:7 NVI
Muchas personas le echan la culpa a Dios por los males que ocurren en este mundo.
Ellos cuestionan la presencia de guerras, enfermedades, tragedias, desastres naturales, la pobreza y hasta la muerte.
Ellos argumentan que si Dios creó todas las cosas él también creó el mal como si el mal fuese algo creado.
El mal no es otra cosa que la ausencia del bien así como la oscuridad es la ausencia de la luz.
Dios creó el bien y la luz.
Él no creó el mal o la oscuridad.
El orgullo de Satanás fue lo que hizo que el bien se apartara para dar lugar al mal.
Luego, por un hombre entró el pecado al mundo y desde ese momento todo se trastornó y todos esos males de los cuales ahora muchos responsabilizan a Dios tuvieron cabida en la creación y hoy lucen imparables.
Ellos no se dan cuenta de que el mal -la ausencia del bien- reside intrínsecamente en su naturaleza y que la humanidad como un todo es responsable de lo ocurre en este mundo.
Si hay guerras es porque damos rienda suelta a nuestras pasiones naturales y si la pobreza impera es por no poner restricciones al egoísmo que nos caracteriza.
Y, de paso, nos hemos vuelto insensibles al sufrimiento que abate a gran parte de la raza humana.
Ocupémonos de ayudar al desvalido.
Con esto no lograremos eliminar el hambre y la pobreza en el mundo pero le haremos la vida más pasable a alguien que le tocó ser una víctima en esta vida.
Al mismo tiempo estaremos imitando a nuestro Señor Jesucristo quien siempre demostró compasión sin igual por la gente que acudía en masa a escuchar sus palabras, a calmar su hambre y a recibir sanidad.
No hace falta ir muy lejos para encontrar a alguien que necesita de nuestro apoyo.
Demos con generosidad y compartamos con otros las numerosas bendiciones que hemos recibido de Dios.
Amén.