Cuando alguien hace las cosas tan bien que nos sentimos deslumbrados, decimos que se trata de una persona brillante. La brillantez es maravillosa, porque la luz que exhala esa persona nos alcanza también a nosotros, embellece el espíritu y produce una sensación de amable calidez en el alma. Todos somos brillantes para los ángeles y ellos nos ayudan a serlo cada día más. Esa luz es un regalo de Dios; por tanto, debemos tener cuidado en elegir bien dónde la proyectamos. Si hay alguien cerca de nosotros que no puede soportarla, intentará apagar nuestra llama. Pide a Dios que brille contigo, para que, en caso de ataque, los atacantes reciban una ráfaga luminosa de amor. |