Serán siempre los mismos, aunque caminen más lentos y sus cabellos sean como la nieve, y se quejen de contínuos dolores.
En ellos sigue ondeando la bandera de la lealtad a la familia, la luz con que superion criar hijos, nietos y tal vez más generaciones.
Como nosotros, también fueron niños ensanchados por la fantasía, jóvenes que dieron la bienvenida al amor y adultos que supieron ganarse el respeto de tantos ciudadanos.
Esos viejecitos, que han transitado el camino por donde todos hemos de pasar, merecen nuestro apoyo y honra, porque Dios les ha dado un ángel que les cuida - y nos cuida – y ellos son alegría, auxilio, bendición, guía, calor, son realmente, en tres palabras: “ABUELOS DEL CORAZON”