Estaba abierto el cielo y mi hijo en mis brazos, tan indefenso y tibio y aterido y fragante que lo sentí una obra sólo mía, victoria de un cuerpo paso a paso ofrecido a su cuerpo. Lo envolví con mi aliento y él tuvo el soplo tibio en el que una paloma se sostenía en vuelo
MARIA VICTORIA ATIENZA
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