La valentía no es falta de miedo.
La falta de miedo surge cuando cada vez te vuelves más valiente. La
falta de miedo es la experiencia absoluta de la valentía; es la
fragancia de la valentía cuando ésta es absoluta.
Pero, en principio, no hay tanta diferencia entre una persona cobarde y una valiente .
La única diferencia es que el cobarde presta atención a sus miedos y se
deja llevar por ellos, mientras que la persona valiente los aparta y
sigue su camino.
La persona valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos sus miedos. Conoce el miedo, sabe que está ahí.
Cuando te adentras en un mar desconocido, como hizo Colón, tienes miedo,
un miedo terrible, porque nunca sabes lo que puede suceder.
Abandonas la orilla de la seguridad. En cierto sentido, estabas perfectamente, pero te faltaba una cosa: la aventura.
Te emociona adentrarte en lo desconocido.
El corazón empieza a latir de nuevo, estás vivo de nuevo, totalmente
vivo. Todas las células de tu ser están vivas porque has aceptado el
desafío de lo desconocido.
Aceptar el desafío de lo desconocido, a pesar de todos los miedos
, es valentía. Los miedos están ahí pero, si sigues aceptando el reto, poco a poco, esos miedos irán desapareciendo.
La experiencia de felicidad que nos produce lo desconocido, el gran
éxtasis que empieza a suceder con lo desconocido, te vuelve más fuerte,
te da integridad, agudiza tu inteligencia.
Por primera vez, empiezas a sentir que la vida no es sólo aburrimiento,
sino aventura. Después, poco a poco irán desapareciendo los miedos y
siempre estarás buscando alguna aventura. Pero, básicamente, la valentía
es arriesgar lo conocido por lo desconocido, lo familiar por lo no
familiar, lo cómodo por lo incómodo, una ardua peregrinación a un
destino desconocido.
Uno nunca sabe si será capaz de conseguirlo o no.