Allí con el sonido del mar, la brisa
la despeinaba, pero no le importó.
El olor a sal, esa fragancia que trae a ella tantos
recuerdos, los que siempre van en su equipaje.
Recordaba aquella habitación, sencilla, sin lujos.
Le pareció un palacio cuando entró con él.
Fuera se quedaron muchos de sus prejuicios,
entró con su maleta llena de sueños e ilusiones.
Allí pudo abrazarlo, sentir sus labios,
los que tantas veces imaginó.
Sus caricias.
Las que recorrieron su piel con ternura y pasión.
Se sintió amada, deseada.
Vivió cada segundo guardando cada
sensación llena de un gran amor.
Un amor que aún hoy alimenta su corazón.