Cuando veo la belleza de la naturaleza en las imágenes que envía el agua en todas sus formas, mares, lagos, ríos, arrollos; en las aves y en las flores, no puedo hacer otra cosa que admirarme de Dios. Porque sé que la belleza de todo solo es un reflejo de la suya y cómo Él la prodigó tan abundantemente para nuestro encanto. Y entonces mi alma entona una canción de alabanza y adoración a Su nombre. ¡Cuán bello eres, Señor! ¡Y cuán generoso! Te doy gracias por hacerme participar de esta faceta tuya y por tenerme habitando un mundo creado por tus manos y por tu amor. |