CRISTO ES TODO
Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo,
sino a Jesús solo. (Marcos 9:8)
Cristo es la clave para el rompecabezas de este mundo.
Quiera Dios darnos ser cualquier cosa o nada, para que el Señor Jesús lo sea todo.
La aguja imantada gira siempre hacia el polo; aunque la aguja siempre tiemble un poco cuando ruje el temporal y azota la tempestad, su dirección del cristiano siempre señala hacia Cristo.
Lo único que puede ser verdaderamente de bendición a nuestros hermanos, tan precioso porque pertenecen a Él, es aquello que reproducimos de Él.
Es en Cristo que todos nuestros pensamientos quedan ajustados, corregidos, juzgados y purificados; porque la infinitud de Dios abruma la pequeñez del corazón del hombre cuando Cristo no le proporciona un apoyo seguro; ello sin privarle de nada de la plenitud que hay en Dios, antes al contrario, es en Él que apreciamos lo que Él es.
Si Él es la vida, todo lo que aquella vida hace le tiene a Él como su fin y objeto. Todo se relaciona con Él; no comemos sin Él (como podriamos hacerlo, si Él es el pan de misma nuestra vida), no bebemos sin Él; lo que decimos, lo que hacemos, se dice y se hace en el nombre del Señor Jesús.
El más eminente cristiano es aquel de quien nadie ha oído hablar jamás, algún pobre obrero para quien todo es Cristo, y que todo lo hace para Su miraada, y sólo para Él.
Jesús es el manantial de toda bendición, enviado a pobres, débiles y miserables pecadores, a fin que ellos tengan abundancia de consolación, paz y gozo.
Todo aquello que encontramos que no sea Cristo debemos considerarlo como nada.
No es la cantidad de lo que hagamos lo que constituye espiritualidad, sino la medida de prentar a Cristo: este es nuestro servicio, en un mundo donde no hay nada de Dios.
No es siempre la corrección de los fracasos que se nos presentan que sanan las fuentes de la infelicidad; desaparecen cuando las almas están alimentadas en las riquezas que están en Cristo. Tenemos que pensar en esto; debemos, mientras nosotros mismos nos alimentamos de Cristo, y Él nos da de Sí mismo para alimentarnos de Él sin ninguna limitación, hacer que otros respiren una nueva atmósfera, donde Cristo está.
Él ha aquirido "para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras". Él nos ha llevado a sí mismo, para que todo nuestro corazón quede involucrado en Sus intereses, nuestros pensamientos, acciones, todo para Él. ¿Estamos viviendo suficientemente fuera del mundo (no meramente fuera de sus placeres, sino también de sus afanes) y suficientemente en Cristo para que Él tenga el primer lugar en los pensamientos diarios de nuestros corazones? ¿Tenemos la conciencia desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, de que nuestros corazones están con Cristo, una conciencia de que Él está con nosotros, y que nosotros estamos identificados con Él?.
Fondo Myriam
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