LA MUJER DEL SIGLO XXI ¿ASUSTA A LOS HOMBRES?
A pesar de que aún queda mucho camino por recorrer en el plano de la igualdad de oportunidades, resulta gratificante ver cómo las mujeres acceden cada vez más a puestos de responsabilidad. Sin embargo, la culminación de la liberación de la mujer se ha saldado con un importante desequilibrio entre sexos en el plano emocional. Los hombres andan perdidos sin saber cuál es el lugar que ocupan en este nuevo orden e incluso muchas veces nos parece que hasta los asustamos. Clara tiene treinta y dos años. Trabaja desde que tenía dieciocho años, la misma edad en la que conoció a la que sería su primera pareja. Según afirma, en los sucesivos empleos por los que ha pasado nunca ha tenido problemas graves en la relación con sus compañeros. Piensa que esto puede deberse a que los hombres se adaptan con más facilidad a los cambios o a que tal vez las mujeres aún no estemos insistiendo demasiado en ocupar los puestos que merecemos, de manera que no representan una amenaza.
Clara es ingeniera informática y muchas veces ha tenido que escuchar comentarios sobre el tamaño de su falda antes que sobre los proyectos que ha llevado entre manos. Pero la mayor parte de las veces, apunta, las bromas procedían de hombres que habían superado ya los cuarenta. En cierta manera, ella lo ve como una protección ante lo desconocido. Por muy triste que suene decirlo. Afortunadamente, Clara piensa que los jóvenes están acostumbrados desde la escuela a competir intelectualmente con las chicas. De hecho, y si echamos un vistazo a las estadísticas, éstas nos confirman que las universidades han sido tomadas por las féminas.
En general, las mujeres hemos sabido ver muy rápidamente que se enfrentan a años de entrenamiento y lavado de cerebro. Incluso los chicos más jóvenes conservan aún rasgos de un caduco machismo que lucha por sobrevivir. Hoy en día, los hombres de entre veinticinco y treinta y cinco años, han interiorizado los defectos más generosos para su ego de la vieja educación y los han mezclado con las ventajas que les ofrece el tener a su lado mujeres independientes.
Nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos, nuestras parejas, siguen pensando que son ellos los únicos que deben cargar con la parte más importante de la responsabilidad económica. Por eso cuando la mujer empieza a trabajar antes, las discusiones son más frecuentes, ya que esta situación daña la autoestima del varón. Desgraciadamente, los hombres siguen necesitando tener mejores empleos que sus parejas para sentirse reconocidos.
La expresión de emociones En la misma línea, los hombres continúan pensando que la inteligencia emocional es un accesorio, similar a los que se llevan en el coche. La falta de aptitudes para la comunicación sigue siendo lo más extendido. La mayor parte de los psicólogos hablan de interiorización aprendida al referirse a este fenómeno, es decir, hablar de sentimientos personales convierte al más espontáneo en un ser introvertido, incapaz de expresarse ante el temor a ser rechazado o a mostrar una debilidad.
En realidad, éste es uno de los grandes problemas. La educación que hemos heredado de generaciones anteriores estaba basada en un duro entrenamiento que consistía en controlar la debilidad. Por ello, cualquier leve muestra de sensibilidad era reprimida en los hombres y fomentada en las mujeres, cumpliendo así con el papel que a ambos se les había asignado.
En la sociedad actual, las mujeres han introducido un elemento de desestabilización en este orden perfecto: la libertad para expresar los sentimientos. Los hombres han empezado a darse cuenta de que no pasa nada si los comunican. Sin embargo, aún no han sido capaces de controlar este difícil arte. En la nueva sociedad es la mujer la que está introduciendo nuevos hábitos y carecer de esta habilidad se está convirtiendo para muchos en un handicap.
Si las mujeres asustamos a los hombres, no es, sin duda, nuestra intención. Sólo reclamamos el lugar que nos corresponde, es decir, las mismas oportunidades. La única diferencia es que ahora no nos callamos y somos las primeras en exigir lo que es justo.
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