¿SOMOS AGRESIVOS?
La agresividad resultará sana cuando nos permita canalizar aquellos sentimientos de insatisfacción ante una injusticia sufrida, y nos ayude a defendernos ante un ataque, ya sea físico o verbal.
Pero ¡cuidado! muchas veces confundimos el "no dejarnos pisar" con el "¡machacar al contrario!" que normalmente es la persona que esta a nuestro lado, y a la que más queremos. Esa necesidad de conservar y reafirmar nuestro yo interno normalmente tiene su origen en la infancia. Por ejemplo, aquellas personas que de pequeños hayan tenido una educación muy autoritaria o unos padres violentos, es fácil que al llegar a la edad adulta tiendan a reproducir esos modelos, llegando a convertirse en lo que más odiaban. Pero ¿por qué se repite la misma historia? Fácil, dichos adultos no tuvieron en su infancia la oportunidad de desarrollar su "yo" de manera autónoma, no se les enseñó a canalizar la rabia ni las frustraciones de la vida. De hecho podemos comprobar que cuanto más fuerte es el yo interno de una persona, menos agresiva es esta.
Es muy importante aprender a reconducir la rabia o el resentimiento que sentimos, los sentimientos contenidos pueden ser la base de futuros conflictos, conflictos que se hubieran evitando fácilmente si expresásemos abiertamente lo que pensamos o sentimos ante una determinada situación que nos incomoda. No debemos olvidar que la agresividad es algo innato en la especie humana, y una inhibición continuada en el tiempo puede hacernos pagar un precio muy alto. Existen personas que huyen de cualquier enfrentamiento, evitando a toda costa las discusiones, y precisamente ese silencio, esa represión que ellas mismas se imponen y que les deja un malestar interno, les hace vivir con una tensión interna que les provoca angustia, sentimientos de culpabilidad e incluso ciertas inhibiciones en el terreno profesional y/o sexual.
Pero también existe el caso contrario, el de aquellas parejas que están continuamente peleando, llegando a formar incluso este hecho parte de su relación. Aunque esto no es el modelo ideal de pareja, piensa que es mejor discutir que no comunicarse, claro que hay maneras y maneras de discutir. Si éste es vuestro caso, lo que debéis hacer es encontrar la manera de evitar dichos enfrentamientos.
¿Cómo evitar las peleas?
Cuando empecéis a pelear, piensa antes de hablar, a veces decimos cosas que realmente no sentimos, o peleamos por nimiedades que no tienen sentido.
Si es tu pareja quien ha empezado la discusión, puedes optar por permanecer callada durante un tiempo prudencial, a veces éste es suficiente para que tu pareja caiga en su error y no llegar a mayores.
Por que le des la razón (si es que la tiene), no significa que tu seas más débil, piénsalo. A veces ponerse en el lugar del otro puede hacerte ver las cosas de otra manera.
Hay que aprender a dialogar y aceptar al otro tal y como es, sin intentar cambiar su forma esencial de ser.
Si tu pareja hace algo que no te gusta, díselo, no interiorices malos sentimientos que pueden ser la base de futuros conflictos.
No seas rencorosa y busques venganza, es un juego muy peligroso con resultados funestos para todos.
Y por favor, evita pelear delante de tus hijos, de lo contrario ellos imitarán tu conducta cuando sean mayores y tengan su propia pareja.