La convicción de pecado
"Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y
de juicio."(Juan16:8)
Cuando Dios, por un acto de misericordia y amor, perdona al pecador, soluciona el pecado en el ser humano, que es un obstáculo para que Dios se reconcilie con él. La justicia y la santidad divinas condenan el pecado. Decíamos que esto es lo que la Biblia llama la ira de Dios. Pero una vez que Dios perdona al hombre, este ya no está bajo la condenación divina. Por eso, si somos perdonados, no somos condenados. Si somos justificados, somos absueltos de nuestra culpa. La condenación es contraria a la justificación.
El apóstol Pablo lo pone de una manera muy interesante:"Así que, por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera, que por justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida". (Rom. 5:18). Este es el contraste entre la condenación y la justificación. Si no hay condenación, entonces hay justificación.
Una vez hemos sido justificados por Cristo, estamos en paz, Esto significa que Dios ya no nos condena. esta paz que Pablo habla no es primariamente una paz interior, sino la paz que tiene que ver con una relación restaurada. A causa de que Dios ya no nos condena, ni es nuestro enemigo, entonces estamos en paz con él. ya no estamos bajo condenación, porque hemos sido justificados. Así como el perdón nos lleva a la justificación, del mismo modo la justificación nos lleva a la paz con Dios.
Esta paz se obtuvo por el sacrificio de Cristo por nosotros. Dice el apóstol: "Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación." (Efe.2:14). Esta paz que Dios nos da es imposible que no se convierta también en una paz interior, porque tener paz con Dios va ligada a la paz interna. Del
mismo modo, si estamos en paz con él y con nosotros mismos, es muy difícil que no estemos en paz con los demás.
Oración: Padre Celestial y Dios amoroso, te ruego que me ayudes a estar en paz contigo, a ser un hijo digno de ti, hazme una atalaya luminosa para que pueda transmitir tu luz a las otras persona. En el nombre de Jesús, amén.
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