LA NUEVA PAREJA DE LOS PADRES.
Una separación no se termina con el anuncio a los hijos; hay que dejarlos elaborar el duelo por lo perdido y brindarles seguridad mientras se adaptan a la nueva situación. Consciente o inconscientemente, los hijos siempre buscan la reconciliación de sus padres y cualquier persona que aparezca en la vida de estos, será una amenaza y a la vez un/a rival.
Cuando los padres logran rehacer su vida con una nueva pareja, los hijos son los más desconcertados. Si se muestran molestos e incluso agresivos, es porque en el fondo lo que tienen es un miedo profundo a quedarse sin un lugar en el corazón de sus padres. Por otra parte los hijos suelen sentir problemas de lealtad hacia el otro padre y esto puede incidir en la relación con la nueva pareja.
Es preferible no forzar el vínculo, sino dejar que poco a poco lo acepten. Hay que respetar sus tiempos, no imponiéndoles la presencia a toda hora. Es fundamental que el padre que tenga la nueva pareja, aclare al hijo que esta persona no viene a reemplazar a nadie. Por otra parte, la relación entre la nueva pareja y los hijos de la otra parte, puede parecer un éxito al principio, ya que el adulto va a sacar su mejor cara, luciendo simpático, cariñoso y hasta divertido. Sin embargo, según se va formalizando la relación, sale la verdadera personalidad, junto con sus costumbres, problemas y parientes, entre los que puede haber otros hijos. Por lo tanto, es preferible ser auténticos de entrada evitando así crear falsas expectativas.
Cuando se trata de niños pequeños, se crea una competencia natural con la nueva pareja, quien piensa tener más derecho sobre sus padres que el nuevo amor. Entonces comienzan a probar su amor, a ver quién es verdaderamente más importante para ella o él.
Si los hijos ya son adolescentes, una buena actitud a tomar puede ser decirle: "Algún día tú también vas a formar pareja con alguien que te quiera y no me parece justo que en ese momento tengas que estar pendiente y hacerme compañía", evitando así el riesgo de pasar factura más adelante,("toda una vida dedicada/o a ustedes").
Por otra parte, no debemos olvidar que la adolescencia es un período de transición en que se atraviesa una profunda revisión de la identidad, por lo que está pasando por otro duelo: la "muerte" del niño que se era hasta ese momento; de ahí que se viva con gran depresión. Son demasiadas pérdidas juntas. Por lo tanto, lo más sano y aconsejable es armarse de mucha, mucha paciencia, enfrentando esta época con comprensión, amor y respeto, pudiendo, incluso ser ésta una gran oportunidad de establecer con sus hijos lazos de amor incomparables.