Se fue del mismo modo que llegó, sin un centavo. Fue enterrado en una tumba prestada, y su funeral financiado por amigos compasivos. Aunque una vez lo tuvo todo, murió sin nada.
Debería ser desdichado. Debería estar amargado. Tenía todo el derecho a ser una caldera hirviente de ira. Pero no lo fue.
Estaba gozoso.
Los agrios no atraen seguidores. La gente lo seguía dondequiera que iba.
Los niños rechazan a los malhumorados. Corrían en pos de este hombre.
Las multitudes no se reúnen a escuchar a los llorones. Ellas clamaban al oírlo.
¿Por qué? Porque tenía gozo. Sentía gozo en su pobreza. Cuando fue abandonado. Cuando fue traicionado. Incluso al colgar de un instrumento de tortura, sus manos atravesadas por clavos romanos de quince centímetros.
Jesús personificaba el gozo inquebrantable. Un gozo que rehusaba doblegarse ante el viento de los tiempos difíciles. Un gozo que se mantenía en pie ante el dolor. Un gozo cuyas raíces se extendían en lo profundo del fundamento de la eternidad.
¿Qué tipo de gozo es este? ¿Qué cosa es este regocijo que osa guiñar a la adversidad? ¿Qué ave es esta que canta en la oscuridad? ¿Cuál es la fuente de esta paz que desafía al dolor?
Yo lo llamo deleite sagrado.
Es sagrado porque no es terrenal. Lo que es sagrado es de Dios. Y este gozo es de Dios.
Es deleite porque puede satisfacer y sorprender al mismo tiempo.
Deleite es los pastores de Belén bailando fuera de una cueva. Deleite es María contemplando a Dios dormido en un pesebre. Deleite es el canoso Simeón alabando a Dios, que está a punto de ser circuncidado. Deleite es José enseñándole al Creador del mundo cómo sostener un martillo.
Deleite es la expresión en el rostro de Andrés al mirar el recipiente con alimentos que nunca se vacía. Deleite es invitados a una boda adormecidos por beber el vino que había sido agua. Deleite es Jesús atravesando las olas como quien atraviesa un cortinaje. Deleite es un leproso que ve un dedo donde antes sólo había un muñón… una viuda que hace una fiesta con la comida preparada para un funeral… un paraplégico haciendo piruetas. Deleite es Jesús haciendo cosas imposibles de maneras alocadas: sanando al ciego con saliva, pagando los impuestos con una moneda encontrada en la boca de un pez y resucitando de entre los muertos vestido de jardinero.
¿Qué es un deleite sagrado? Es cuando Dios hace lo que los dioses harían únicamente en sus sueños más alocados: usar pañales, montar burros, lavar pies, dormir durante tormentas. Deleite es el día que acusaron a Dios de divertirse demasiado, de asistir a demasiadas fiestas y de pasar demasiado tiempo con la gente que se junta en el bar.
Deleite es el salario de un día abonado a jornaleros que sólo habían trabajado una hora… es el padre que lava la espalda de su hijo para quitarle el olor a marrano… es el pastor que hace una fiesta porque encontró a la oveja perdida. Deleite es descubrir una perla, es un talento multiplicado, es un mendigo camino al cielo, es un malhechor en el reino. Deleite es sorpresa en los rostros de gente de la calle que ha sido invitada al banquete de un rey.
Deleite es una mujer samaritana boquiabierta con expresión de sorpresa, es la adúltera que se aleja del terreno donde hay piedras desparramadas y es Pedro en ropa interior que se lanza al agua fría para acercarse al que había maldecido.
Deleite sagrado es una buena noticia que entra por la puerta trasera de su corazón. Es lo que siempre ha soñado pero nunca esperó que sucediese. Es aquello que es demasiado bueno para ser cierto que se hace realidad. Es tener a Dios de bateador suplente, abogado, papá, principal fanático y mejor amigo. Dios a su lado, en su corazón, delante de usted y protegiendo su espalda. Es esperanza en el lugar que menos esperaba encontrarla: una flor en la acera de la vida.
Es sagrado porque sólo Dios lo puede conceder. Es un deleite porque emociona. Como es sagrado, no puede ser robado. Y por ser deleitoso, no se puede predecir.
Esta fue la alegría que danzó por el Mar Rojo. Este fue el gozo que hizo sonar la trompeta en Jericó. Este fue el secreto que hizo cantar a María. Esta fue la sorpresa que dio la primavera a la mañana de Pascua.
Es la alegría de Dios. Es deleite sagrado.
Y este es el deleite sagrado que promete Jesús en el Sermón del Monte.
Nueve veces lo promete. Y se lo promete al grupo de gente menos pensado:
• «Los pobres en espíritu». Mendigos en la cocina de Dios.
• «Los que lloran». Pecadores anónimos unidos por la verdad de su presentación: «Hola, soy yo. Un pecador».
• «Los de corazón humilde». Pianos en una casa de empeño tocados por Van Cliburn. (Es tan bueno que nadie nota las teclas faltantes.)
• «Los que tienen hambre y sed de justicia». Huérfanos hambrientos que conocen la diferencia entre alimentos congelados y un banquete.
• «Los compasivos». Ganadores de la lotería de un millón de dólares que comparten el premio con sus enemigos.
• «Los de corazón limpio». Médicos que aman a los leprosos y escapan a la infección.
• «Los pacificadores». Arquitectos que construyen puentes con la madera de una cruz romana.
• «Los perseguidos». Los que logran mantener un ojo puesto en el cielo mientras andan por un infierno terrenal.
Este es el grupo de peregrinos al cual Dios promete una bendición especial. Un gozo celestial. Un deleite sagrado.
Pero este gozo no es barato. Lo que Jesús promete no es una treta para producirle piel de gallina ni una actitud mental que necesita estimulación. No, Mateo 5 describe la divina reconstrucción radical del corazón.
Observe la secuencia. Primeramente, reconocemos nuestra necesidad (somos pobres en espíritu). Acto seguido, nos arrepentimos de nuestra autosuficiencia (lloramos). Dejamos de controlar la situación y cedemos el control a Dios (tenemos corazón humilde). Quedamos tan agradecidos por su presencia que anhelamos más de Él (tenemos hambre y sed). Al acercarnos más a Él, nos parecemos más a Él. Perdonamos a otros (somos compasivos). Cambiamos nuestra perspectiva (tenemos corazón limpio). Amamos a otros (somos pacificadores). Soportamos injusticia (somos perseguidos).
No se trata de una modificación fortuita de la actitud. Es una demolición de la vieja estructura para crear una nueva. Cuanto más radical es el cambio, mayor es el gozo. Y todo esfuerzo vale la pena, pues se trata del gozo de Dios.
No es accidental que la misma palabra usada por Jesús para prometer deleite sagrado sea la misma que Pablo usó para describir a Dios:
«Dios bendito». 1
«Dios el único y bendito soberano». 2
Reflexione acerca del gozo de Dios. ¿Qué puede empañarlo? ¿Qué puede apagarlo? ¿Qué puede matarlo? ¿Se altera Dios ante largas filas o congestionamiento de tránsito? ¿Se niega Dios, alguna vez, a rotar la tierra por tener heridos los sentimientos?
No. Su gozo no puede ser apagado por consecuencias. Su paz no puede ser robada por circunstancias.
Hay una deliciosa alegría que viene de Dios. Un gozo santo. Un deleite sagrado.
Y está a su alcance. Sólo hay una decisión entre usted y el gozo.