fragmento de La Voz de DIOS
(desconozco el autor, espero sea de bendicion para ti)
Abra su Biblia en Génesis e lea capítulos 1 a 3. Estos capítulos registran la creación del mundo y de los primeros seres humanos, Adán y Eva. Desde el tiempo de la creación, Dios comunicó Su voluntad para el hombre. Él dio instrucciones específicas a Adán y Eva. Ellos deberían nombrar los animales, cuidar del Jardín, tener compañerismo un con el otro, y reproducirse para poblar la tierra. Lo más importante de todo es que ellos deberían mantener una íntima comunión con Dios. Ésta íntima comunión con Dios los capacitó a conocer la voz de Dios. Cuando Dios habló, Él comunicó Su plan a ellos:
“Y Jehová Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás." (Génesis 2:16-17).
Por la voz de Dios la voluntad de Dios fue revelada a Adán y Eva. Ellos podrían comer libremente de todo árbol en el Jardín, con la excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal.
“Cuando oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del jardín. Pero Jehová Dios llamó al hombre y le preguntó: --¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:8-9).
Es el pecado que separa del hombre de Dios. Dios no retira Su presencia del hombre. Por causa del pecado, el hombre salió de la presencia de Dios. El pecado resulta en un corazón endurecido. La Biblia advierte:
“Entre tanto se dice: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación” (Hebreos 3:15).
Dios desea comunicarse con el hombre, pero comunicación requiere reciprocidad. El pecado separa el hombre de una íntima relación con Dios, endurece su corazón, e impíde de conocer la voz de Dios.
OÍR LA VOZ DE DIOS
Abra su Biblia en Génesis e lea capítulos 1 a 3. Estos capítulos registran la creación del mundo y de los primeros seres humanos, Adán y Eva. Desde el tiempo de la creación, Dios comunicó Su voluntad para el hombre. Él dio instrucciones específicas a Adán y Eva. Ellos deberían nombrar los animales, cuidar del Jardín, tener compañerismo un con el otro, y reproducirse para poblar la tierra. Lo más importante de todo es que ellos deberían mantener una íntima comunión con Dios. Ésta íntima comunión con Dios los capacitó a conocer la voz de Dios. Cuando Dios habló, Él comunicó Su plan a ellos:
“Y Jehová Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás." (Génesis 2:16-17).
Por la voz de Dios la voluntad de Dios fue revelada a Adán y Eva. Ellos podrían comer libremente de todo árbol en el Jardín, con la excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal.
“Cuando oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del jardín. Pero Jehová Dios llamó al hombre y le preguntó: --¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:8-9).
Es el pecado que separa del hombre de Dios. Dios no retira Su presencia del hombre. Por causa del pecado, el hombre salió de la presencia de Dios. El pecado resulta en un corazón endurecido. La Biblia advierte:
“Entre tanto se dice: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación” (Hebreos 3:15).
Dios desea comunicarse con el hombre, pero la comunicación requiere reciprocidad. El pecado separa el hombre de una íntima relación con Dios, endurece su corazón, e impíde de conocer la voz de Dios.
"Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña...
"Pero todo el que me oye estas palabras y no las hace, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena” (Mateo 7:24,26).
Un oyente necio oye la voz de Dios, pero no actúa según ella. Un oyente sabio escucha y actúa según el mensaje de Dios. Uno es sólo un “oyente de la Palabra”. El otro es “oyente y hacedor”.
Usted debe no solamente conocer la voz de Dios, pero usted debe también aprender a responder en obediencia a la voz de Dios:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo. Se mira a sí mismo y se marcha, y en seguida olvida cómo era. Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:22-25).
DIOS TE BENDIGA
SALUDOS FRATERNOS
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